L
Oh tú, que el polvo amado mudamente
prescribes, duro origen de mi llanto,
ya que la muerte te autoriza tanto,
cómo sabes mi aplauso, cómo siente,
cuenta a Lisi mi amor; ya no consiente
desdén injusto su destino santo.
Pierda tu condición, oh mármol, cuanto
el desdén suyo tu dureza miente;
nuestras cenizas une, logre en esto
nuevo triunfo la muerte de la vida:
final me admite efecto de sus ojos.
Si a tu silencio, sólo por funesto,
el bulto se debió de mi homicida,
¿cuánto más te merecen mis despojos?
Gabriel Bocángel