LAUREL DEL GRAN HERMANO
A LA MUERTE DE PEDRO PRADO
Son eternos su rosa y su vilano.
No morirá la luz que él encendiera.
SigIos más que Ia rosa verdadera
ha de vivir la que se abrió en su mano.
Nos confunde su sangre detenida.
La soledad que deja mueve a espanto.
¿Quién ha de recoger corno en su canto
milagroso, la imagen de la vida?
El poeta debió vivir con ella
y en goce de ella, así como la estrella
con su Iuz, así eI Dios terrible y fuerte
en la contemplación de su Universo.
¡Tan inmensa la vida de su verso
y él inmóvil debajo de su muerte!
Juan Guzmán Cruchaga