MARTA
IX
Una tarde, una tarde sorprendila
meditabunda, absorta y sonrojada;
fija en un árbol, de estos, la mirada;
al verla, pregunteme: —¿en qué cavila?—
Húmeda por el llanto su pupila
inmóvil, reluciente y dilatada;
parecía una estrella aprisionada
en un rincón de cielo —color lila.—
Poco a poco, acerqueme, sin rüido,
ansiando descifrar de sus anhelos
la misteriosa clave... y, —confundido
quedé, al alzar los ojos a los cielos;
porque... ¿sabéis lo que miraba?,— ¡un nido,
en el cual se besaban dos polluelos!
Julio Flórez