DEUDA
Almas grandes que pudierais remontaros,
poderosas, mayestáticas, serenas,
por encima de las águilas reales,
a purísimas atmósferas etéreas
donde el oro de las alas no se mancha,
ni oscurecen las pupilas vagas nieblas,
ni desgarran el oído los estrépitos
de los hombres que se hieren y se quejan...
Almas sabias que en las cimas de la vida
como nubes protectoras la envolvieran,
desgarrándose en relámpagos de oro
y lloviendo lluvias ricas y benéficas
para damos a los ciegos de los valles
luz que rasgue las negruras que nos ciegan
y caudales de rocíos salutíferos
que a las almas enfermizas regeneran...
Almas fuertes que pudierais desligaros
del mortífero dogal de las miserias
y llevarnos de la mano por la vida,
guarneciéndonos de santas fortalezas,
saturándose de amores generosos,
regalándonos magnánimas ideas.
Almas buenas que sabéis de las torturas
de las pobres almas rudas y sinceras
que al querer de la miseria levantarse
desde arriba las azotan y envenenan
con el látigo estallante del escándalo
que repugna, que deprime, que avergüenza...
Almas grandes, almas sabias,
almas fuertes, almas buenas...
¡Nos debéis a los humildes,
nos debéis a las pequeñas
la limosna del ejemplo,
que es la deuda más sagrada de las deudas!
José María Gabriel y Galán