UN BUEN PENITENTE
Un penitente travieso
llegóse al confesionario
y a los pies del sacerdote
confesaba sus pecados.
Humilde y contrito dijo:
«Nunca, padre, había robado,
mas por la mucha pobreza
en que estoy, me hurté un marrano».
«¡Restitúyalo al momento!»,
le dijo el clérigo, bravo.
«Pero señor... no es posible;
del cerdo nada ha quedado».
«Entonces, en penitencia,
rece catorce rosarios».
«¿Y con eso, padrecito,
tendrá perdón mi pecado?»
«Siempre que con fe los rece,
queda usted libre de cargo».
«Entonces, con su permiso,
yo voy por otro marrano.
De buena fe le prometo
rezar veintiocho rosarios».
Juan José Botero