A UNA SANGRÍA DE UN PIE
Herido el blanco pie del hierro breve,
Saludable si agudo, amiga mía,
Mi rostro tiñes de melancolía,
Mientras de rosicler tiñes la nieve.
Temo (que quien bien ama, temer debe)
El triste fin de la que perdió el día,
En roja sangre y en ponzoña fría
Bañado el pie que descuidado mueve.
Temo aquel fin, porque el remedio para,
Si no me presta el sonoroso Orfeo
Con su instrumento dulce su voz clara.
¡Mas ay, que cuando no mi lira, creo
Que mil veces mi voz te revocara,
Y otras mil te perdiera mi deseo!
Luis de Góngora y Argote, 1595