ESTIÉRCOL
Parado estupefacto frente al fuego y sintiendo calcinadas de
raíz las laderas de la cordura, sigo un rumbo indescifrable
mientras se me fermentan las memorias en el fondo de un ataúd.
Y prefiero no sentir cuando sé que la compasión es lo
mismo que la pena y que irónicamente la esperanza en una especie
de maleficio, obliga una inevitable renunciación.
Los ojos, hace tiempo que dejaron de ver, las pupilas los han ahogado;
los enemigos no están afuera, ni las batallas perdidas quedaron
atrás, forman parte de un collage decadente de imágenes
difusas y siluetas retorcidas que supuran amarguras.
Las mañanas frías de aire puro ya no llenan mis pulmones,
ni el día es luz, ni la noche canción. Y el suave tono de
tu voz se desvanece herido de muerte aparentando fortaleza.
Tanto tiempo y tan poco...
tanta charla y para que...
A cada cual, donde le toque ir, tratemos de ser felices y dejemos que
todo lo vivido se pudra y vuelva a la tierra. Tú en tu porcelana
y yo en mi estiércol cobardía.
César Aching Samatelo