Bastaron unos segundos
para que la luz de tus ojos
ilumine mi alma.
Fueron suficiente esos instantes
para que el brillo de tu sonrisa
prenda de colores mi vida.
Gracias por llegar justo a tiempo,
en el preciso momento,
junto con la noche...
de la mano del viento.
Mi pluma rauda (o debo decir mi teclado)
sugiere letras, palabras, frases,
versos hechos de agua y aire
como burbujas danzantes
que flotan por la tarde.
No requiero de musa,
ni de inspiración, ni de nadie,
Me bastan tus pupilas,
tu piel y tu sangre.
¿¡Qué pasa!?
¿No lo puedo evitar?
Es que eres más fuerte que Yo.
Te llamo por tu nombre.
¡María Augusta!
Te encontraré sin buscarte.
Mientras tanto el reloj cósmico
embruja las horas mentales,
el minuto ancestral,
el segundo de arena me lleva
a la playa, las olas, el mar,
la gaviota en tu pecho,
mi sal, mi espuma, mi velero.