HORA VANA
Digamos que te escribo para llenar una hora vana.
¿Qué puede importarte lo que quiero decirte?
Al pensarte me pregunto:
¿Dónde estarás, Inés, en qué cama,
en qué avión leerás
con tu modernidad de gata cruel estas líneas que te
escribo?
Fíjate que no podré tolerar que no la leas, aunque...
¿Qué puede importarte?
No es noticia para mí que estés amando a otro.
Eso lo sabes desde siempre y te da igual
pero escribirte me aferra a tus ojos.
Ezequiel Delfino