No insistas. Los porqués de las cosas no se saben jamás.
Las causas jamás han existido para las grandes decisiones.
(El corazón no filosofa nunca). El corazón estalla,
te arroja por la esquina de un rayo de amor inesperado,
o te empuja a luchar por ese hermano, quizá desconocido.
El corazón revienta, se hace olas, se desborda en deseos.
Se desgaja. El corazón lo es todo.
Sólo tienen razón las cosas que no importan.
Si amas, si te entregas, si te das por completo,
Las causas nada importan. Sólo darse, tomarse,
revestirse de otros es la razón suprema.
Las causas, las razones, son juegos inocentes
para justificar la Muerte.
Juan Andivia
Incluido en Celacanto, núm.0, Huelva, 1983.