TÚ Y YO VIVOS
Llueve la mañana oscuridad
en la caverna desnuda de consuelo,
destila el moho misterio,
la beldad, tan gris y lúgubre,
tormenta.
Relampaguea el ánima infeliz, pálidamente,
platea toda la humedad,
que los truenos desterraron
de sus nimbos tenebrosos.
Los ojos, sin embargo,
se hacen claros, poco a poco,
como lagos bajo rayos caprichosos y convexos,
inverosímiles de luz
y por fin, amaneciendo, en un recodo de la noche,
tú y yo vivos,
engarzando nuestras manos para siempre
por encima de cualquier malvada,
aviesa o desquiciante pretensión
de separarnos los torrentes.
Ya no hay duda de que escampa
en cierto páramo escarchado del invierno
y reverdece la ilusión tantas praderas-sentimiento
como días dedicados a
luchar en esa misma dirección
que ahora besamos.
Norberto García Hernanz