AL SEPULCRO DEL GRAN CONDESTABLE
EPITAFIO
Este que en decoroso monumento,
siendo ceniza, se habilita llama,
al paso que da luces a la fama
añade compasión al sentimiento.
Fue su accidente su merecimiento,
no el dolor fue el veneno que le inflama,
que a quien grande la voz del orbe aclama
parece que el vivir dura violento.
Este es el mismo llanto y el llorado,
sus méritos dirá su feliz suerte,
no tuvo que envidiar y fue envidiado.
La emulación en llanto se convierte,
de todos fue en la vida venerado
y nadie le premió si no es la muerte.
Francisco de Rojas Zorrilla