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SPLEEN DE LORD

(A Ernesto E. Boza)

El Hastío ha dejado el surco abierto,
donde el Vicio después sembrará todo
eso que apenas nace queda muerto,
si es alma en humo, si es materia en lodo.

Ya para siempre el corazón desierto
de esperanza y de fe, mustias las galas
de los sueños de amor, el vuelo abate
sobre una roca en que plegar las alas
y contemplar de lejos el combate.

Hastiado de luchar, desde la alta
cúspide del delirio que me asalta,
incompleta de Dios veo la obra;
¡porque si me atormenta lo que falta,
me aburre inmensamente lo que sobra!

Es preciso burlar el sufrimiento:
tejer las danzas de una orgía loca:
dar de beber al corazón sediento,
no el agua destilada por la roca
del jamás ablandado aburrimiento,
sino el agua que corre en albedrío,
perturbando el brutal estancamiento
de todos los pantanos del Hastío!...

Reírse es olvidar y olvidar quiero;
y si acaso mis penas sublevadas
modulan mi gemido lastimero,
las disciplinaré con carcajadas.

Reírse es olvidar. El Gozo olvida;
y el Dolor tiene la memoria abierta
eternamente por una ancha herida.
Es preciso escapar; romper la puerta.

Coronada de pámpanos y erguida,
rediviviendo la Esperanza muerta
me brindará en la copa el dulce halago
del ensueño feliz. Loco y sin calma
todo el ensueño apuraré de un trago,
dejando sólo como hez... el alma.

Ebrio, febril y delirante, acaso
en medio de las danzas de la vida,
entre el ardiente giro, hallaré al paso
a la mujer hermosa y fementida
que pudo ser mi oriente y es mi ocaso.
Entonces ciego ya, de gloria lleno,
le clavaré un puñal: ¡será muy bella
sobre tal corazón la herida aquella,
como una rosa en la mitad del seno!

Y vendrá la Justicia. ¡Y vendrá cuándo!
Me arrojarán hacia la sombra espesa;
y subiré al patíbulo cantando
de la Felicidad la Marsellesa.
Y si se escucha a quien su ardor pregona
al borde mismo de la oscura huesa,
he de implorar, en la desgracia mía,
que hagan para mi tumba una corona
con las últimas rosas de la orgía.

Si pugna por saltar quizás el llanto,
sabré ahogarlo en mis risas y en mi canto;
y entraré altivo al postrimer encierro,
aunque sé que, con intimo quebranto,
lograr sólo, tras martirio triste,
lágrimas y alaridos de mi perro...

1896.

autógrafo

José Santos Chocano


«Selva virgen» (1898)

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