RETRATO A FONDO ABIERTO
Una luz, una sombra
volaban cómo un ave.
Pero tú te reías,
muchacha. Era una tarde
de abril, un inspirado
atardecer volante,
con luces disparadas
risueñas por el aire.
Recuerdo. Un agua fírme
lejana en los estanques
copiaba un cielo joven,
donde la nube grácil
era ya azul, ya blanca...
Era otra vez el aire.
¿Qué vientos se encendían
contra tu sien, fugaces,
mientras tu frente ardía
feliz ante los mares?
En tu boca, risueñas
las ansias, los instables
deseos se rompían
en luces cambiantes.
Pero en tus pies espumas
eran de pronto haces
de plumas, alas, vientos,
los derramados cauces
de un infinito breve
que a tu pasión tentase.
Fresca la luz, gozoso,
sin torbellino el aire,
un claro espejo el mundo,
qué dulce signo te hacen
para los ricos vuelos,
para el amor volante,
para la risa pura,
para el azul amante.
Pero tú miras, ríes.
Los soberanos mares
en tu mano se rinden
secretos, palpitantes.
Las trémulas montañas
deponen majestades
de nieves, y desnudas
como puros diamantes
hasta tus claros ojos
envían su mensaje.
Pero tú juegas, cantas.
¡Oh juventud, oh cárcel!
Súbitamente antigua,
miras el mundo, que hace
sus fatigados giros
ante tus ojos grandes.
¡Oh soledad, oh pena!
Pero los potros ágiles
pasan de nuevo, saltan,
huyen veloces, abren
bocas de amor en selvas,
que, trastornadas, arden.
Una paloma lucha
con un león. Un aire
débil derriba un monte,
que una ilusión deshace.
Ríos, canciones, almas,
cuerpos, silencios, mares,
todo se empuja y rueda
sobre la playa amante.
Mientras tus ojos miran
agua en el hoyo. Un ave
brilla en el aire quieto,
pura, total, constante.
Y oyes, sin ver, un mundo
que apasionado te hace
signos de adiós, sonando
largo al pasar, borrándose.
Vicente Aleixandre