ESTACIÓN DE AUTOBUSES
Ahora que sostienes mi mirada
fijando en tu mirada mi recuerdo,
ahora que la noche nos inunda entre dientes
y comienza a caer sobre tu rostro
un diálogo de lluvia fina,
el adiós aparece en el último andén
donde me espera el tiempo del exilio,
el cristal que se aleja de tu imagen
y una hermética luz que termina apagándose.
Ahora que no estás y he vuelto
a esta estación de Sete Rios,
a una Lisboa rota de extrañarse
no dejo de acordarme de esos versos:
Cada uno está solo sobre el corazón de la tierra
herido por un rayo de sol:
y enseguida es de noche.
Eran de Quasimodo, me parece.
Daniel García Florindo